por Maxi_Bevaqua » Jue Jun 28, 2012 2:12 pm
Quiero compartir algo que escribí sobre lo que paso hace un año, espero que les guste! Abrazo de gol
PIRATAS EN ASCENSO
El viernes anterior al partido de vuelta, debíamos sacar la entrada para el encuentro revancha a disputarse en el monumental de Núñez.
Totó y su novia Katy realizaron denodados esfuerzos para conseguir los tickets puestos en venta vía Internet en horario matutino. Las entradas obtenidas fueron cinco, por lo que dicho numero de hermanos de una gran familia pirata tenían un lugar asegurado en las gradas del estadio.
Con el resultado del partido de ida a nuestro favor, comenzamos a diagramar el viaje con la ilusión de traernos el ascenso para la docta.
Nos juntamos la tarde del viernes 24 los 5 viajeros: El leña, el Flaco, el Pocho, Totó y quien suscribe, el monito. La cita fue en el departamento céntrico de dos de ellos. Ni bien nos sentamos a dialogar, lo primero que se escucho fue “yo no viajo, si llegamos a ganar no salimos vivos del monumental” sentenció el mas pesimista de la comitiva. Luego con un tono mas preocupado prosiguió “me caso en dos meses, tengo que volver si o si… o no…”, expresión que logro arrancar las primeras carcajadas de sus futuros compañeros de ruta.
“ No hay forma que nos dejen ganar allá, pero si ganamos, nos lo vamos a perder?” preguntó Totó, el mas jovencito de la familia.
Luego de unos instantes de discusión, casi al unísono se escucharon cuatro voces “yo viajo de una, y que sea lo que Dios quiera”, a lo que la voz faltante dijo “bueno sin van todos, yo también voy”.
El paso siguiente fue solicitar el auto al viejo, quien sin dudarlo un momento y notando nuestro gran entusiasmo nos dijo “ por supuesto, el auto esta a su disposición, lastima que no puedo viajar por el maldito examen de portugués que rindo el lunes”.
Llave en mano, faltaba el hospedaje, un dato no menor debido al escaso dinero recaudado entre los cinco. De inmediato llamamos a la Tía Negrita, no nos podía fallar en esta cruzada “solidaria”. Raquel, su nombre de pila, como en otras tantas oportunidades, accedió a nuestra plegaria apenas escucho nuestro ruego. Gracias a la solidaridad del “viejo” y de nuestra queridísima tía, el camino hacia el ascenso comenzó a tomar forma.
EL día previo al viaje la ansiedad nos ganaba por afano. Nuestros amigos no podían entender semejante locura. Más de uno (los menos futboleros) nos decía que estábamos locos, que era meterse en la boca del lobo, que no teníamos chance. A lo que simplemente le respondíamos con cierta ironía y mirando hacia el cielo “perdónalos Señor, no saben lo que dicen”.
La partida fue programada para el sábado a las 8 de la mañana. Los infaltables sandwichitos de mi vieja nos acompañaron durante todo el recorrido.
Llegamos alrededor de las 4 de la tarde al departamento de mi tía, situado nada más y nada menos que a solo 15 cuadras del lugar de la batalla, en el barrio porteño de Núñez.
“Llegaron los cordobeses” le dijo el encargado de edificio al comunicarse por el portero con Raquel. Luego de una gran recepción, salimos a inspeccionar la zona, y a diagramar el operativo “llegada al estadio” cruzando toda la parcialidad local, toda una proeza. Eran cuadras y cuadras que en la mañana siguiente se teñirían de rojo y blanco.
Al día siguiente, decidimos salir temprano hacia el estadio, evitando así la marea albirroja. A las 11:30 de la mañana emprendimos la caminata. El aire se cortaba con una tijera. A esa hora ya había cientos de gallinas en las calles. No hablamos ni una palabra por temor a que nos escucharan la tonada.
En la intersección de Udaondo y Libertador, escuchamos una voz pronunciar nuestro apellido, inmediatamente nos dimos vuelta los 5, y con la mano levantada meneándola, clara señal de paliza, el pibe estallo en una carcajada. Nos reímos y seguimos nuestra marcha presurosa en busca de “los nuestros”. Hasta el día de hoy no sabemos quien era esa persona, ni mucho menos, de donde nos conocía.
Llegamos al “corralito” visitante, y recién ahí pudimos respirar tranquilos. Eran las 12 del mediodía y ya las inmediaciones del estadio estaban colmadas de piratas.
Decidimos llamar a nuestra familia para avisar que ya estábamos en zona segura. Mi papá se quedo en mi casa, junto con mi vieja, mis hermanas, y las novias de algunos de los viajeros. Mi hermano Mayor, no puedo viajar ya que en esos días se convertiría en padre por segunda vez, Siguió el partido en Colonia Caroya, localidad a la que acudió por compromisos automovilísticos previamente asumidos.
Las calles aledañas al estadio comenzaron a teñirse de celeste. En el apuro por salir temprano y con tiempo, nos olvidamos la maquina de foto, el recuerdo imborrable de ese día quedara guardado en nuestras retinas.
Estuvimos un rato largo cantando fuera del estadio, hasta que tomamos la decisión de entrar para evitar el amontonamiento y el cacheo minucioso.
Ni bien cruzamos los molinetes, nos sentimos participes de un hecho histórico que estaba a punto de comenzar. El jefe del operativo y los controles de estadio nos arengaban para que dejáramos el alma en la tribuna y, a su vez, nos suplicaban que mandáramos al descenso a River.
El cielo estaba completamente celeste, más celeste que nunca. Desde el firmamento el potro tenía extendida la bandera de punta a punta.
Tomamos posición en la tribuna, bien a lo alto de la tribuna, para no perdernos ningún detalle. La minúscula porción que nos designaron iba tomando color.
Llego la hora de la verdad, y nuestros rostros ya evidenciaban cansancio, la espera llegaba a su fin, los equipos estaban a minutos de salir al rectángulo de juego.
“El viejo y glorioso Belgrano”, no se hizo esperar, la piel se nos erizaba, cruzábamos miradas entre los 5, sin caer todavía en donde estábamos. Explosión y delirio total, los gladiadores aparecieron por la manga.
“se nos tiene que dar hoy Dios” murmuró el Pocho, al borde de las lagrimas y con la voz entrecortada”, “tranquilo Pocho, hoy metemos el batacazo mundial” le dije, con plena confianza y seguridad.
Totó cantaba a rabiar, como para calmar los nervios y la ansiedad. Un poco mas abajo, el leña y el flaco, alentaban abrazados, como tanta veces lo han hecho desde la tribuna “chiquita” de Alberdi.
El tempranero gol de Pavone hizo mella en nuestros corazones. Fue, verdaderamente, un baldazo de agua fría. Por como se estaban presentando las acciones de juego, parecía que el sueño del ascenso quedaría trunco.
Luego del pitazo final de la primera etapa, cantamos a más no poder durante el entretiempo, intentando contagiar a nuestros jugadores que seguro nos estaban escuchando desde el vestuario.
El segundo tiempo fue cinematográfico. El gol de Farré fue con una cuota de suspenso inusitado. La pelota no le bajaba más, ahí si sentí, que el mundo se había paralizado. El abrazo interminable de los 5 hermanos fue emocionante hasta las lágrimas. El leña quedo tendido en el suelo en medio de una maraña de piernas y manos, el flaco lo ayudo a reponerse como pudo, Totó se tomaba la cabeza como no entendiendo lo que estaba sucediendo, el Pocho se daba la cabeza contra el escalón creyendo que estaba en medio de un mágico sueño y yo me abrazaba con cuanto pirata me extendía los brazos. Ahí sentí que éramos todos familia, un mismo grito, una misma pasión.
Luego llego el penal y el Pocho me dijo por lo bajo “acá nos ca-ga-ron monito”, a lo que yo respondí “era cantado Pocho que les iban a cobrar un penal”. Atajó “el juanca” y fue un estallido monstruoso de nuestro lado y un silencio sepulcral de la parcialidad local. Otra vez lagrimas de alegría en los rostros celestes. El partido no nos dio respiro ni un minuto. La tensión en el ambiente era indescriptible. Luego vino la suspensión del partido, que nos colmo de incertidumbre. Hasta que llego el pitazo final, brazo en alto de los héroes del monumental y allí se desató la locura total. “Somos de primera la p… madre” soltó el flaco, “jaja esto es increíble” alcanzo a decir el leña en medio de los abrazos. “Gracias Viejo por hacernos Piratas” gritó el Pocho. Totó no salía de su asombro “no lo puedo creer, no lo puedo creer” repetía hasta el cansancio.
El barrio de Nuñez era un caos, estuvimos 3 horas en la tribuna, sin saber que sucedía afuera. Ni los celulares funcionaban como para llevar calma a nuestra familia. No pudimos avisar que estábamos en perfectas condiciones. El plantel completo salio a festejar con nosotros, hasta el mono Micky (todavía nos preguntamos como hizo para llego hasta ahí) se mezclo entre los jugadores. El estadio era nuestro, no quedó ni un hincha de River en las tribunas, si señor, el monumental nos pertenecía, en ese mítico estadio, estábamos escribiendo una historia, sin dudas, la mas importante de nuestras vidas.
Salimos de la cancha y los policías no paraban de felicitarnos, “gracias cordobeses por esta alegría, mandaron a las gallinas a la B” nos decían con una amplia sonrisa.
Cuando ya estábamos en territorio ajeno, vimos que el colectivo de los jugadores salía del estadio. El Pocho atinó a salir corriendo para saludar a los jugadores y lo frenamos en seco. “Estas loco, nos van a hacer ca… estamos en la zona de river bolu…” le dijo el flaco. “ No me di cuenta, me invadió la emoción” le respondió.
Las 15 cuadras que nos separaban de la casa de mi tía se hicieron eternas. Llegamos al departamento y recién ahí soltamos la euforia. Hablamos a nuestro viejo para avisarle que ya estábamos en territorio seguro. Mi papá no pudo disfrutar el partido, tenia mas nervios por lo que pudiera pasar con nosotros, que por el partido en sí.
Decidimos emprender el regreso alrededor de las diez de la noche, luego de un gran agasajo por parte de “la negrita”.
Lo que vivimos ese día fue soñado. Belgrano ascendió a primera bajando a un “grande” y nosotros estuvimos ahí, en familia, para contarlo.
Gracias a Dios, a mi viejo, mi vieja, mi tía y a toda mi familia puedo decir, yo estuve ahí, el día que Belgrano hizo historia en el monumental. Gracias Belgrano de mi vida, eternamente gracias!!!
El monito
